Cuando el Documento “Civilización
del Amor, tarea y esperanza”[1] trata
el tema del “análisis” de la realidad juvenil lo hace utilizando un lenguaje
bastante iluminador para los educadores y formadores de jóvenes. Un lenguaje
que lastimosamente ha quedado en el olvido al igual que el Documento mismo[2].
Rescatar ese lenguaje me mueve a escribir las siguientes
líneas.
Otra forma hay de mirar.
En la sección
segunda de la primera parte el Documento muy humildemente afirma:
“Hoy día,
ya no es posible hablar muy simplemente de “la juventud”, porque es casi
imposible abarcar el amplísimo marco de
realidad y las variadísimas situaciones en que viven los jóvenes, según sean
sus raíces y orígenes étnicos, sus influencias culturales y las condiciones
políticas, sociales y económicas en las que les toca vivir. Es necesario admitir que conocer y
comprender el mundo juvenil no es tarea fácil.”[3]
Frente a esta primera imposibilidad de precisión sobre “qué
debe entenderse por joven y juventud” continua diciendo:
“Muchas miradas
se dirigen sobre ellos (los jóvenes). Aunque se trata de intentos parciales de
acercamiento a su realidad, resultan útiles en la medida en que permiten hacer
mayores delimitaciones y precisiones. En todo caso, se trata de miradas que no pretenden ser
exhaustivas.”[4]
Con el término
“miradas” los redactores del Documento parecen comprender a cabalidad sobre la “realidad-juvenil”
aquello que Aristóteles mucho siglos antes había comprendido con respecto de
los entes:
“Que la cosa
primero se-muestra al observador
(habla de sí misma), para luego poder ser de-mostrada
a través del razonamiento lógico del observador.”
Con esto, “el Filósofo”
quería indicar que nuestra concepción sobre las cosas no es el resultado de una
mera fabulación del razonamiento; existe, por lo tanto, un momento intermedio de silencio entre el mostrase y demostrar, en
el cual la cosa observada afectando los sentidos de su observador se le hace
presente -actual diría
Aristóteles-, para luego, en acto
segundo, con ayuda del silogismo, pueda
ser explicada.
Nuestro Documento
dirá lo mismo de forma más poética:
“Hay que educar la mirada para descubrir el
don de Dios, experimentar su llamado a ser acogidos y amados y a encarnarse en
el mundo de los jóvenes por la solidaridad humana y evangélica y por el contacto directo que permite ver,
oír y emocionarse con sus vidas y
con sus signos, con sus sensibilidades, con sus sentidos. Conocer la realidad
de los jóvenes desde la perspectiva de Jesús exige establecer una relación de
intimidad, dialogar e interactuar con ellos. Sólo así será posible” experimentar -“conocer”- sus necesidades reales
y percibir sus verdaderos gozos y amarguras.”[5]
Por lo tanto,
“Mirar” no significa ser mero espectador de un evento. Es ese momento de
silencio respetuoso en el cual permito que la realidad “me afecte”, y solo desde
esa afectación comprenderla mejor.
Para ti:
¿Qué significa educar la mirada?
¿Cuál será la importancia del "mirar" antes del juzgar?
¿Qué repercusión tiene esta forma de proceder en los ambientes educativos?